Rayas

Anteayer me desperté con rayas en el pecho. Solo que no eran rayas, eran arañazos. Me quedé mirando fijamente al espejo del baño mientras tocaba suavemente las costras a ver si eran de verdad. Me giré y también tenía en la espalda. Es como si me hubiese querido quitar la piel mientras dormía, como una serpiente. Que cuando despertase pudiese ser otra persona, que está dentro de mí, que quiere salir. Pero no puede.

Ayer me volví a despertar con rayas. Esta vez estaban debajo de la nuca. Y también en el costado. Así que me corté las uñas. Me deshice de todo lo blanco hasta el borde con toda la precisión que fui pacientemente capaz. Después, me pasé una lima por el borde de las uñas, para asegurarme que no raspasen. Luego, me vestí y salí a la calle a pesar de todo. Hacía sol, del que molesta, del que te hace cerrar los ojos hasta que casi solo disciernes sombras andando por la calle. Me pasé el día con mis gafas de sol, para ver como si viese a oscuras.

Esta mañana me he vuelto a levantar con rayas, rayas moradas.

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