Billares Diagonal

Comenzó su ritual. El día antes, no jugaba, olvidaba por completo su condición de profesional del snooker. Dos días antes se entrenaba en alguna sala de la ciudad. La organización le dejaba usar sus instalaciones, de lo que se aprovechaban sus rivales, ella no. Prefería no tener contacto con el lugar antes de la competeción, era mala suerte. Quería sorprenderse, adaptarse a las circunstacias. Su primera eliminatoria era contra el sueco "Big S" (Gran S) Stevensson, conocido por sus dos metros y sus largos brazos. Problemente no sería rival, su juego defensivo dejaba mucho que desear, solo sería cuestión de tiempo que cometiese un error.

En la habitación del hotel se puso su traje nuevo para el torneo. Camisa blanca, chaleco interior y traje negro. Mientras se miraba al espejo, recogió el pelo rubio en una coleta recta y se dió un poco de laca. Todo tenía que ser como si fuese el día del campeonato. Si había una cosa que no toleraba eran esos zapatos, fue la primera del circuito mundial que se puso unas zapatillas negras en vez de esos zapatos. Es que el tacón no era ni alto ni bajo. A pesar que se televisaban, nadie parecía haberse dado cuenta, excepto por otros profesionales que comenzaron a imitarla, incluso los chicos que no tenían que llevar tacón.

Se maquilló como si fuera a salir en la televisión y repasó en el teléfono inteligente el salón de billar más cercano al hotel, "Billares Diagonal". Allí se desarrollaban campeonatos amateur de snooker. Tomó su pequeño maletín donde guardaba su taco de dos piezas y se dirigió hacia la dirección. Conformaba la esquina de la Avenida de la Liberación con la calle General Rami.

El lugar era peculiar. Parece que había sido alguna tienda de moda antes, ya que la fachada estaba conformada por dos escaparates por los que se veía el vacío interior. A la derecha, había una extraña mesa de billar americano blanca y de formas rectas. Parecía de los 80. A la izquierda se veía una mesa de snooker de nogal, custodiada por un gran perro tumbado junto al cristal. Era uno de esos perros de piel marrón y arrugada sobre si misma. Beth solo pensaba en el entrenamiento, y cómo el perro se pasaría el día masticando el bajo del pantalón.

Entró por la puerta de cristal, y no parecía haber nadie. La luz era tenúe, palpitante. Por lo menos las mesas tenían cada una su luz para poder ver el tapete. Continuó por el local, buscando un encargado. El espacio principal daba a otro más pequeño en un lateral, donde había otras mesas, incluídas unas de air-hockey y una máquina de tirar a canasta. También había dos chavales de unos 15-16 años dándose un morreo contra la pared pensando que no había nadie. Beth arqueó las cejas y volvió a la entrada. No quedaba más remedio que usar la mesa del perro.

Sacó todas las bolas pacientemente de los hoyos y las dispuso sobre la mesa, Las rojas en forma de triángulo y las de colores, a lo largo de una "t" imaginaria. Enroscó el taco y pasó un poco de tiza por la punta. Flexionó la rodilla izquierda y apuntó hacia la bola blanca. Quería aproximar lo más posible y suavemente la blanca a las bolas rojas y obligar a que el contrincante imaginario rompiese y así aprovecharse de la situación. Echó el pecho hacia delante y la mano izquierda la dispuso a modo de apoyo en el tapete, mientras sujetaba el extremo opuesto con la derecha. Movió varias veces el taco solo doblando el codo izquierdo, mientras calculaba la fuerza con la que perpretar el tiro. Bajó la cabeza hasta rozar la barbilla con la madera y ganar precisión. Un par de amagos más y la cabeza entizada conectó con la blanca. Rodó lentamente por el tapete, tan suavemente, que cuando al final conectó con las bolas rojas, éstas, ni se inmutaron.

- Muy buena apertura. - Esto se lo dijo un hombre mayor con una barba desaliñada.
- ¿Es usted el encargado de aqui? - Le contestó Beth mientras se erguía.
- Puede - vaciló mientras se rascaba su nariz ciranesca. 
- Venga, no me tome el pelo.
- Ja,ja, sí, lo más cerca de un encargado puedo ser yo.
- Me gustaría alquilar la mesa durante todo el día, sin perro claro.
- Mmm.. ¿Participas en el campeonato mundial?
- Puede. - respondió Beth con una sonrisa mientras se ajustaba la coleta.
- Ja,ja.. pillado.. je,je. Oye, si me ganas, tienes todo el día gratis. Si gano yo.. bueno.. si gano yo..
- ¿Que pasa si gana usted?
- .. si gano yo.. pagará usted el día claro, y tendrá que hacerme un favor.
- .. No se si me gusta por donde va esto.. ¿Qué favor?
- Ir a por mi comida. Verá, hay sitio a unas cuantas manzanas de aquí, que hacen un bocadillo de pollo al horno con salsa césar que es increíble.
- Está bien. ¿Quien comienza?
- Me toca a mí, ya que tú ya has comenzado.

Había comenzado a llover. En otra época las calles puede que fueran nuevas y estuvieran raseadas, pero ahora tendían a llenarse de charcos. Otra vez, Beth metió su zapatilla derecha en un charco salpicando la pernera del pantalón. Había empezado a odiar el bocadillo envuelto en papel que llevaba en la bolsa de plástico blanca. En ella se encontraba un dibujo de una gallina trazado en rojo y se leía "Pollos Asados Lorenzo, hechos con paciencia y tiento".  El pelo lo tenía suficientemente mojado para que no importase. Lo que no sabía si tendría solución era lo del traje, no diseñado para soportar condiciones atmosféricas diferentes a 21 grados en un entorno seco y sin viento.

Al llegar, se encontró con Billares Diagonal cerrado. "Tendrá cara el tipo", se dijo para si misma. Se resguardó bajo un portal al lado, mientras esperaba a que escampase, por lo menos para poder volver a su hotel y cambiarse. Su estómago emitió un rugido apoteósico. Tanto, que una señora embutida en un abrigo de piel falso, que pasaba por delante con su paraguas, le miró con desaire.

El bocadillo realmente era inigualable. El pollo parecía que lo habían barnizado en miel antes de asarlo. El pan, no era un pan cualquiera, era lo suficientemente blando como para absorber el jugo del pollo asado, pero lo suficientemente duro para no reblandecerse. La salsa también tenía un toque especial, llevaba cilantro y albahaca.

El primer día de competición, "Big S" humedeció los pantalones. Justo en la zona de vacío entre las dos nalgas, donde se condensa el aire humedecido y se convierte en agua, ya que no tiene donde escapar. La silla se le estaba quedando pegada al culo, mientras observaba los precisos golpes de su rival. Siempre pensaba que comenzaría la remontada, emulando a Maurice "Mo" Barnes y sus heroicidades. Pero Beth "Sour Eyes" (Ojos Agrios) Norman había vuelto a su antiguo ser, Beth "Stone Eyes" (Ojos de Piedra) Norman.






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