La calle

De vez en cuando, me aíslo en mi habitación. Busco ese sitio en la aplicación de mapas de mi tableta, y es como si volviera. Miro desde el satélite la que solía ser mi calle, y los que solían ser los árboles que me daban sombra. Nunca he querido volver. Siempre he pensado que si vuelvo me quedaría allí para siempre. Así que me conformo con visitarlo desde el cielo. Mi nariz me recuerda como olía a humedad, y mi piel vuelve a sentir ese caliente frío del invierno.

Hace dos días, volví otra vez, pero no lo encontraba. Desplegué el botón de favoritos: "No se encuentra dicha localización". En su lugar, me sugería un restaurante y una tienda de segunda mano. Extrañado, indagué el lugar en el buscador de internet. Era como si hubiese desaparecido. No había referencias alguna a la calle. Mi corazón empezó a latir más y más fuerte y tiré la tableta en mi cama mientras mis respiraciones se hacían más y más profundas.

A los diez minutos, me calmé y recogí mi tableta. Me puse a buscar vuelos de ida. Había un vuelo al día siguiente, a las 8 de la mañana. De todos modos no dormiría hasta llegar allí, pensé. Enrollé un par de camisetas y pantalones en mi mochila de viaje y llamé a mis clientes para notificarles que estaría ausente unos días.

A las 7:55 de ayer, me senté en el asiento 22D al lado de un hombre de traje gris que no se separaba de su maletín. Durante el vuelo podría comprobar cual era peor película de las 16 que emitían a la vez, pero no podía concentrarme pensando en la calle, necesitaba comprobar que seguía existiendo.

En el aeropuerto de llegada, alquilé un chevy blanco, con gps que incluían aparte para cobrarte más. Me deslicé en el interior tapizado en negro y encendí la pantalla del gps. Mientras el olor a nuevo se peleaba con mis fosas nasales, empecé a escribir las letras de la calle. El gps detectó el resto del nombre, como si alguien ya hubiese buscado antes. Respiré profundamente y apreté en la pantalla para iniciar la búsqueda: "Calle no encontrada". Mierda. ¿Que está pasando?

Todavía eran las doce de la mañana y a pesar del frío brillaba el sol, así que conduje hasta la ciudad de todos modos. No me daba por satisfecho. Según recuerdo, solo tenías que bajar por la calle principal y cada una de calles perpendiculares a la derecha seguía un orden alfabético: Albright, Barret, Coolidge, Dalenberg.. Solo tendría que conducir hasta la H de Homestead. Manejaba el coche despacio para poder fijarme en los rótulos de las calles: Frampton, Gurdy..

Giré en la siguiente calle, pero me resultaba extraña. No me recordaba a nada. Me fijé en una de las casas unifamiliares, ponía "Calle Irwing 1080". No puede ser, ¿me había colado la calle? Giré hacia la derecha para subir a la anterior calle. "Calle Gurdy". Que extraño. Justo como en el mapa, la calle parecía haber desaparecido. Continué por Gurdy y aparqué en un "24 horas" al final de la calle.

Creí acordarme del sitio. Aunque a decir verdad, todos los de la cadena de supermercados parecen el mismo. Entré y me acordaba, el café con sabor a vainilla lo tenían a mano derecha, al lado de las revistas porno tapadas por un plástico negro, en unos termos metálicos y con la tapa negra. Como un autoservicio, colocabas el vaso de papel debajo de la boquilla y apretabas el botón superior. También había unas jarras de leche caliente. Me preparé un café de 1,99 dólares.

Al pagar, aproveché para preguntar por la calle Homestead. El dependiente, un chico de unos diecinueve años, preguntó a su encargado, un hombre mayor que pasaba de los 65:

- Oye viejo, que me preguntan por una tal calle Homestead, a mi no me suena.
- ¿Quién pregunta? - furfulló el viejo canoso echándome la mirada encima. Me miró a los ojos y recorrió con la vista mi cazadora negra y mis pantalones marrones. Él llevaba un delantal de la franquicia sobre su camisa a cuadros y unos vaqueros. -¿Tu no eres de por aquí no, hijo?
- Bueno, según se mire, - le dije con cierta inseguridad.
- ¿Y eso? - me preguntó arqueando las pobladas cejas.
- Digamos que es mi segunda casa..-contesté vacilante.
- Heh, heh, heh... entiendo lo que quieres decir...¿Que calle dices que buscabas? - me preguntó mientras dejaba la escoba con la que estaba limpiando contra el mostrador y se apoyaba las manos en la cintura.
- Calle Homestead.
- Mira, hijo, esta ciudad es muy simple. Las calles siguen un orden alfabético. Mientras que las calles que cruzan que son paralelas a la principal siguen un orden numérico.. desde allí - dijo levantando el brazo derecho- vienen las letras. La paralela es Frampton y estamos en Gurdy. Por lo tanto la siguiente es Homestead. - Terminó su alegato cruzando los brazos.
- La cosa es que, bueno, he pasado un par de veces y no estaba.. - El viejo me miraba a los ojos confundido.. - .. nada déjelo, ya vuelvo a pasar.
- Está bien, lo que sea por ayudar a un compañero extraño.
Me quedé pensativo un rato mientras iba con mi café hacia la puerta. Necesitaba una respuesta más.
- Pero viejo, ¿usted ha estado en la calle Homestead no?
- Si claro, por supuesto, vivía allí.
- ¡Ah! Me quedo más tranquilo entonces. ¿Cómo es que no sigue viviendo allí? Seguro que podría venir andando a la tienda.
- Siempre los mismos árboles, las mismas casas.. no sé..
- Claro. Bueno a ver si la encuentro ahora, gracias.
- Si, seguro, no tiene pérdida, sino la ves enciende las luces del coche hijo, heh,heh,heh..
- Muy gracioso, gracias de nuevo.

Pasé por las puertas automáticas del 24 horas y entré en mi coche. Dejé el vaso de papel en su agujero en el reposabrazos central y arranqué el motor. Miré el cielo y los rayos de sol hicieron que cerrase los ojos. "Está bien viejo", me dije en voz baja, y encendí las luces de posición del coche. Luego las cortas. Salí del parking y torcí a la izquierda, y luego otra vez a la izquierda. "Calle Homestead" se leía. Por fin.

En la segunda manzana, estaba el parque con las dos canastas de baloncesto. Siempre me juntaba con quien quiera que fuese a jugar. Nunca nos preguntamos los nombres, solo jugábamos. Detuve el coche y me acerqué a las canastas. Solía machacar el aro. Ahora parecían más bajas, será el tiempo, que hace que el hierro se retuerza y comprima. Continué andando por la calle. Allí estaba el gran roble que siempre me impresionaba por lo enorme que parecía y las ardillas que lo poblaban. Después estaba mi casa, es decir mi antigua casa, imponente casa de tres pisos, con el balcón en la segunda planta donde me sentaba a leer libros cuando el tiempo lo permitía. Parecía que hacía tiempo que no pasaban el cortacésped por el jardin delantero. Sonreí, pero no quise llamar al timbre. Ya no había nadie. Solo necesitaba saber que estaba allí.

No se cuanto tiempo me pasé en la calle, contemplándola, pero había llegado la hora de volver. Ya había visto lo que quería ver. Volví a la cancha de baloncesto y al coche. En la calle principal había divisado un hotel, me quedaría allí para intentar volver a mi vida normal al día siguiente. Continué por Homestead, desde donde estaba se hacía difícil ver donde acababa la calle, sobre todo por los robles que poblaban las aceras.

Después de unos 10 minutos conduciendo, volví a ver una cancha de baloncesto. No podía ser la misma. Que raro, no me acordaba que hubiese dos en la misma calle. Pero después apareció el gran roble y después mi casa. Frené en seco. Me di cuenta que no había visto a nadie por la calle, aunque eso era normal. Lo que no era tan normal era que no circulasen coches.

Intenté después volver a la calle Gurdy, pero volví a aparecer en Homestead. "Las luces", pensé. Encendí las luces del coche y volví a intentarlo, pero no conseguí salir de la calle. Así llevo un día entero. Por eso escribo este post. No se si se podrá publicar, o solo lo podré ver yo desde mi móvil. Nadie contesta mis llamadas, el gps "no encuentra satélites" y estoy casi sin batería y gasolina.

He encontrado un balón de baloncesto así que al que me busque, estaré aquí practicando un poco, como antes. Luego iré a comprobar la casa. Puede que me dejara libros allí. Quizás música también. Tenía un CD de rock con una portada negra con una pluma cayendo, que escuchaba mientras estaba tumbado en la cama. Todavía me sé las letras de memoria. Así que quizás esté en la casa cuando lleguéis. No tiene perdida.



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