La escritora

"Yo no puedo ser tu príncipe azul", le escribo, "no tengo ningún traje de ese color.." La creatividad viaja por extrañas rutas cuando escribes según que correos a desconocidas y pretendes ser gracioso. Prosigo.. "por no hablar de lo de príncipe...". Me quedo observante delante de la pantalla del ordenador. Releo todas las partes: saludo, introducción, nudo y despedida con invitación a tomar acción. Y una mención al príncipe.

Al día siguiente, un mensaje desconocido en la bandeja de entrada, tema "Re:Saludos". "Bien", pienso, "lo de hacer como que no eres principe para que se autoengañe de que no está buscando uno funciona después de todo".  Clickeo en el correo, se despliega: "Hola, creo que te conozco..".
No puede ser, no conozco a tanta gente. Miro la foto suya que me adjunta en el correo: una risueña morena de pelo corto, pero no la identifico con nadie. "Creo que hemos ido al mismo colegio juntos..", continúo leyendo, y aporta pruebas feacientes de que coincidimos en el mismo curso. Me comenta que yo me sentaba en la tercera fila, justo al lado de la ventana, y que los profesores me llamaban la atención por pasarme la clase mirando através de ella.

Pienso un poco y ya me doy cuenta quien es. Esa chica que estaba siempre como en un rincón. Solo estuvo un año y faltaba a clase a veces durante semanas, siempre por una enfermedad extraña que tenía, por eso no tenía mucho contacto con nadie. Llegaba a clase con su carpeta llena de fotos pegada al pecho, en silencio, y se sentaba en su sitio mientras todos los demás nos quedábamos armando follón o hablando. En medio del ruído, sacaba un cuaderno de su cajón y un bolígrafo gordo de tinta azul, roja, negra y verde y escribía. Nadie la molestaba.

Entre clase y clase, a veces, me quedaba observándola con curiosidad, siempre me preguntaba qué se traía con tanto movimiento de bolígrafo. Cuando me acercaba, guardaba rápidamente el cuaderno sin mirarme, como si no lo hiciese por eso. Quizás quería ser escritora, o simplemente era una empollona que estaba haciendo sus apuntes. Nunca le pregunté nada. Y ahora, aquí está, a un golpe de teclado. Lo que me sorprende es que se acuerde de mi, y que yo tenga ese recuerdo suyo, con mi naturaleza para olvidarme de las cosas.

Empiezo a responderle que sí, que soy yo, pero con bigote y perilla y unas gafas que no ocupan toda mi cara. Pienso que es mejor no preguntarle directamente, así que le cuento lo de mi trabajo de "diseñante", con el objetivo de provocar que me cuente a que se dedica y sacarme de este mar de dudas y coincidencias. Le explico, a modo de cumplido, que vista su foto, los años le sientan muy bien. Aunque no me acuerdo muy bien de ella. Su cara es un borrón en mis recuerdos, no puedo concretar sus facciones. Solo me acuerdo de su pelo largo negro, siempre escondía su cara en él.

Abro al día siguiente mi cuenta de correo electrónico. Cero mensajes nuevos. Quizás a ella también le resultaba extraña la situación, de repente, veinte años después, de forma inesperada, justo cuando está buscando a alguien, encontrarse a alguien conocido. Necesita asimilarlo después de tantos años. Veinte años. Veinte días después, todavía no me ha respondido.

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