Comer por 20 y por 7 dólares



Comer por 20$

Sin entrar me recibe una chica, "Buenos días ¿Que tal?", me saluda con una sonrisa, "¿Tú solo no?, Igual te quieres sentar en la barra," me sugiere. Acepto su propuesta. El local está ambientado con música, pero no me acuerdo que era. En la barra del restaurante me encuentro con una siliconada camarera que me pasa la carta mientras habla con otro cliente en la barra. "Es que eso de ser actriz tampoco es lo mío sabes, tampoco es eso", le aclara. Sumerjo mi cabeza en el menú, y me parece interesante la "hamburguesa de pavo con un cubo de patatas fritas" (ver foto). "Perdona que anduviese hablando con el otro cliente", me aclara la camarera sonriendo mientras toma nota. "No pasa nada", le respondo. Me vuelve a sonreir y se retira a la cocina. Mientras espero, me dedico a ver por la tele el resumen del beísbol. Parece que este año los Tigers pueden clasificarse como Wildcard.
La camarera por fin me trae mi plato "que aproveche", me dice mientras su escote intenta recuperar la estabilidad. Después de unos segundos, miro a mi plato y veo una hamburguesa arrugada y un cubo de patatas fritas secas. "Es la forma del pan" digo para mis adentros, pero, no, me costaba distinguir un sabor diferente al cartón.
"No te había visto antes por aqui" me dice la camarera mientras me entrega la nota. "Me sorprendería, estoy de paso", le contesto. Suelta una risa floja: "Que sepas que puedes venir cuando cuando quieras", se despide la camarera.
Echo un vistazo a la nota. Añadiendo un poco de propina, 20$


Comer por 7$

La experiencia anterior, me hace ir, a modo de experimento, a una hamburguesería al día siguiente, de esas que venden a golpe de publicidad. No diré el nombre a fin de no perder credibilidad social. Según me acerco a la entrada empiezo a olfatear ese olor característico, como a hamburguesa rancia. Aunque no se si de verdad huelen así, por muy rancias que estén. Da igual, el lugar esta lleno: familias, parejas, grupos... Me pongo a la cola mientras decido si prefiero un menú 3 o 5.
Es mi turno y doy dos pasos en pos del mostrador. Me toca un adolescente pelirrojo rechoncho, con labio inferior pronunciado y mirada perdida. Estoy a punto de preguntarle si sabe cuanto son dos más dos.
"¿Que desea hoy señor?", le pregunta a un tronco. Le contesto que un menú numero 5. "Siete dólares señor". Le entrego los siete dólares y aparta una bandeja para ponerme el pedido. Se da la vuelta confundido, hasta que se acuerda donde está la fila de las hamburguesas de pollo crujiente. Se puede ver a la mujer que está rellenando las cajas de patatas fritas, parece la única pone un poco de empeño, a pesar de que no acierta a rellenarlas con el dosificador. Estoy por dar un par de dólares a las dos chicas que se ve preparando hamburguesas, hasta que llega el chico y golpea la hamburguesa contra la bandeja. Después sirve las patatas y la bebida, y continúa con el siguiente cliente. Recojo la bandeja y no encuentro donde sentarme, hasta que una pareja se retira de una mesa.
Pensé que por lo menos, las patatas estaban recién hechas. No reconocí si sabían a algo. Miro a mi alrededor y hay una pareja mayor discutiendo, una familia estresada y un grupo de personas comiendo en silencio. Pruebo la fina hamburguesa. Cartón. No, cartón, no, cartón con plástico para ser mas exacto. Dejo mi comida a medio comer y me voy del local.

Epílogo

Las dos comidas eran basura, pero con dinero comes contento, aunque comas basura.

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