El desperdicio

El hombre es ineficiente por naturaleza. En todas las tareas que realiza genera desperdicio. Centrémonos en la inocente tarea de comer. La comida y bebida en sí, está envasada en envases ineficientes: es imposible sacar toda la leche del brick con tapón sin descuartizarlo, así como siempre se quedan restos de galleta dentro del envoltorio. No es solo nuestra culpa que miramos más los costes de producción que el producto que no se consume, partimos de la base de que estamos mal hechos para comer. Esto se comprueba tomando un alimento cualquiera y llevándoselo a la boca: puede que se parta en mil pedazos y dejar todo lleno de migas, puede que en cuanto mordamos, un par de escupitajos de líquido salgan disparados de nuestras bocas, o puede que sencillamente, el exterior de nuestra boca se quede recubierto de restos de alimento y nos tengamos que limpiar con una servilleta.

Incluso cuando hacemos deporte, generamos desperdicio, sudamos... y toda la cadena que viene después de sudar: ducharnos salpicando casi todo el baño de agua, lavando la ropa con jabones artificiales, incluso planchando la ropa, la plancha emite energía que desaprovechamos constantemente. Parece ser que la basura es parte intrínseca del hombre. El síndrome de diógenes, la veneración de la basura, guardar todos los desperdicios que generamos y convivir con ellos. Los desperdicios son parte de la naturaleza, ya que ella nos ha creado y creado el desperdicio y tienen su propio microfauna y flora: ratas, hongos, cucarachas.. Posiblemente, limpiar, esterilizar, acabar con dicho desperdicio sea más antinatural que el desperdicio en sí.

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