Tumbado

Me despierto al son del despertador y distingo a una figura en la oscuridad. A tientas, acierto a encender la luz y compruebo que es un mosso d'esquadra, un policía de Cataluña. Impresionado, me quedo en la cama mirándole. "Vámonos ya", me ordena. Me incorporo y me visto. Organizo lentamente todas mis cosas en mi bolsa de viaje negra. Abro la puerta de la habitación y hay un mosso a cada lado de la puerta. Camino en dirección al ascensor y los dos me siguen, junto con el que estaba previamente en mi habitación.

Las puertas del ascensor se recogen al llegar a la planta baja y hallo esperándome otros dos policias. Salgo por el portal y otros dos apostados en la entrada. Intentando no hacer contacto visual con ellos, camino lentamente por la calle mientras me siguen. Me cruzo con muy poca gente, pero cada vez que alguien pasa cerca me mira con tristeza. Observan mi terrible destino con una mezcolanza de resignación y miedo. Miedo al identificarse conmigo y ser ellos los escoltados.

Al llegar a la estación, paso la mano por delante de la puerta y ésta se abre automáticamente al detectarla. Un camino compuesto por mossos a ambos lados se pierde en la terminal hasta llegar al andén principal. Todavía hay alguna oportunidad. Tiro al mosso más proximo a mí mi bolsa y salgo corriendo. Espero que mi experiencia como crossista me dé una ligera ventaja sobre los policías. La parte primera sería la mas importante, que no me alcanzasen al sprint, quizás mi punto más débil. Si lo convertía en una carrera de fondo, al final, los donuts acumulados en sus estómagos acabarían otorgándome la victoria.

En un primer momento mis guardianes se quedan quietos. Uno de ellos reacciona y empieza a correr hacia mí como un poseído. Los demás le siguen. Llego hasta una zona cubierta con muchas columnas casi adyacente a la estación. Espero que les confunda el ambiente y poder escapar. Voy pasando ágilmente las columnas por la derecha o por la izquierda. Diviso la última ya, ésta la pasaré por la izquierda, así enfilaré la zona en obras y podré despistarlos allí. Al llegar a la altura de la columna veo asomarse por detrás una porra en posición paralela al suelo y a la altura de mi cara. Intento pararme lo más rápidamente que puedo apretando los pies contra el suelo, pero no me da tiempo. Mi nariz y el resto de mi cara golpean efectivamente en la porra y se detienen en seco, mientras que mis piernas siguen hacia delante, lo que provoca que queden en el aire y me caiga hacia atrás contra suelo, dándome un golpe en la parte de atrás del cráneo y sangrando profusivamente por la nariz.

Entre dos mossos, uno de cada brazo, me arrastran hasta la estación, mientras el resto observa como me retuerzo para intentar soltarme, aunque casi es más por la nariz rota y el golpe contra el suelo. Compruebo medio mareado, que el mosso al que le tiré la bolsa, todavía la tiene. Avanza conmigo y con mis captores hasta el tren.

Hace un rato que yo ya no puedo forcejear más, así que mientras vamos recorriendo el andén para llegar al vagón que me corresponde, voy arrastrando mis pies por el suelo de asfalto arruinando mis zapatillas seminuevas. Me suben al vagón de una alzada y me dejan sentado en el suelo al lado de la puerta. El mosso que llevaba mi bolsa me la tira contra el pecho a pesar de que no tengo fuerzas para agarrarlas ya que apenas siento los brazos.

Por fin, salen los policías del vagón y la puerta de éste se cierra. El tren se empieza a mover poco a poco. Aunque quisiera intentar salir en marcha, ya que los mossos no estaban vigilándome, no podía moverme, así que me quedé dormido.

Me despierta la megafonía del tren anunciando el nombre de la estación donde hago la conexión. Me incorporó débilmente de rodillas y me agarro con la uñas en la pared para levantarme por completo. Tenía la cara llena de sangre seca y los brazos llenos de moratones. Desciendo del vagón escalón a escalón y el sol me da en la cara. Intento mirar el horario de mi siguiente tren en la pantalla pero se refleja el sol y no se ve nada. Me acerco y compruebo que faltan 45 minutos hasta mi tren a casa. El tren se marcha y el andén se queda vacío, solo estoy yo y mi resignación.

De fondo se ven los vagones de mercancías acumulados en los railes colindantes, la belleza de lo usado, de lo decadente. Finalmente, encuentro un banco en el andén y me tumbo. No sentía nada, ni cansancio, ni dolor, ni placer. Miro hacia arriba.




Miro fijamente el cielo azul.

Probablemente pierda el tren y me quede. Me quede tumbado en el asiento de la estación mirando al cielo. 

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