Nada es perfecto

"La oficina II", o el bar de al lado de mi estudio, ese lugar claustrofóbico, extraño y misterioso, y que encima hace esquina. El café no es excepcional, no es que sea malo, es que realmente voy allí por la tortilla de patata. No, no es como la de ese otro bar que el huevo no se termina de hacer por dentro y cuando hundes el tenedor el contenido de la tortilla se esparce por el platillo poco a poco. La de la oficina 2 es una tortilla esponjosa y sabrosa, con sabor a patata y huevo. Es más gruesa de lo habitual y, a veces, parece que brilla, que resplandece, como el santo grial de las tortillas.

Cuando voy suelo llegar a las nueve, o nueve menos 5, recién hecha. Me siento y la camarera siempre me susurra un hola casi sordo. Le pido tortilla y un cafe. Contemplo expectante en la barra la gran tortilla entera de la que me va a partir un pedazo. La camarera deja el café haciéndose y trinca un gran cuchillo. Lo desliza por la tortilla partiéndola suavemente en dos. De una de las dos mitades parte 1/4 y la pone en un platillo junto con una rebanada de pan que se sale del mismo, un tenedor y un cuchillo pequeños. Me pregunto por qué me sigue poniendo el cuchillo si nunca lo utilizo. En fin, lo aparto de mi camino y pruebo el primer bocado de tortilla. Sublime. Necesito otro. Al tercero, pellizco el pan y me llevo un poco de corteza a la boca.

Si la tortilla tiene un punto débil ese es el pan. El pan parece pan de antes de ayer, no sabe a nada. Seguro que con el pan adecuado, esos panecitos blancos y blanditos, sería la tortilla perfecta. Si cambiaría el pan, entonces quizás le de por cambiar la tortilla, usar menos aceite o hacerlo como el bar de la competencia. Le pregunto cuanto es, nunca me acuerdo. Se me olvida mientras todavía tengo el sabor de la tortilla en la boca.

Actualización (03/08/11):
Acaban de cambiar el pan a panecillo, el principio del fin.

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