El escritor y el pájaro negro y blanco// parte 2 y final

Lee primero la parte 1.

Así que el pájaro negro y blanco recordó el gran jardín de las flores. Había rosas blancas, amarillas, azules y hasta negras.. pero ninguna rosa roja. Buscó en los balcones de las casas, en terrazas, en plazas, en mercados y en muros enflorados. Ninguna. La humana había encomendado al escritor una tarea imposible. Pero el pájaro no entendía de eso.

Cansado, llegó volando cautelosamente hasta el último parque de la última colina de la ciudad. Geranios, hortensias, violetas y un gran rosal. Los tallos del rosal se retorcían entre ellos trepando por la celosía sobre una pared de ladrillo rojo. Las rosas desperdigadas a lo largo del rosal eran de un sucio color blanco. El meticuloso pájaro se posó sobre el rosal, con intención de descansar de su infructuosa búsqueda. Tuvo cuidado de no agarrarse sobre la multitud de espinas del enrevesado tallo. Tan pendiente estaba el pájaro negro y blanco de aterrizar bien sobre el rosal que mientras replegaba las alas, una de ellas rozó con una espina.



Solo una gota salió de entre las plumas del pájaro. Solo una que cayó en una de las rosas blancas. La sangre la tiñó de un rojo intenso. El pájaro negro y blanco observó sorprendido el maravilloso efecto colorante. Para él no había nada que reflexionar, había encontrado su rosa roja.

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Los rayos de sol se empezaron a colar por la persiana medio bajada. El escritor supo que era hora de levantarse. No había dormido en toda la noche, pensando en ella. La imaginaba a su lado hablando de cualquier cosa con su suave voz con acento, mientras la observaba con una amplia sonrisa. Se arrastró hasta el baño. Dejó correr el grifo un rato pensativo. Tenía que terminar el libro para esa semana. El editor le había llamado el día anterior, que se terminaban los plazos para llevarlo a imprenta a tiempo. Dispuso sus manos debajo del grifo en forma de cuenco y se lavó la cara para despejarse. "El libro no se acabará solo" pensó. 

Suavemente abrió la puerta de su estudio. Se quedó de piedra cuando contempló una rosa roja sobre su portátil. "¿De donde habrá salido?" Se preguntaba. Al lado del ordenador le pareció ver un muñeco. No, era el pájaro negro y blanco, y rojo, tendido sobre la mesa. El pájaro estaba lleno de heridas. El escritor no se podía mover horrorizado. Con la mirada buscó un bolígrafo para poder tocar al pájaro y saber si vivía. No se movía. Parecía estar muerto. "hmmm.. así ha llegado la rosa.." pensó boquiabierto el profesor.  Empujó con el bolígrafo suavemente al pájaro. Nada.

Envolvió la rosa cuidadosamente con papel de periódico y fue corriendo al encuentro de su amada. La esperó en el parque de siempre, a la entrada, por donde pasa la carretera. La divisó acercándose. Su larga cabellera morena fue lo primero. Iba vestida con un traje oscuro, un pañuelo rojo al cuello y tacones de esos que hacen ruido, acababa de salir de trabajar. Traía con ella un semblante serio. "Hola, ¿que quieres?", comentó con su suave voz. El escritor le respondió "Sé que me encomendaste una tarea imposible, una tarea de sangre, de búsqueda, de fé. De recorrer el fin del mundo y probar mi amor". El escritor desenvolvió la rosa roja y se la entregó. La chica la sujetó sorprendida con las dos manos. No podía creer que lo había hecho de verdad. Se dilataron sus pupilas ampliamente. Le miró a él y luego miró la rosa. 

"No, no entiendes, no quiero rosas rojas.." dijo la chica y arrojó la rosa por encima del hombro. El aire la hizo caer en la carretera. En un acto reflejo, el escritor se dispuso para recoger la rosa, pero un coche negro pasó por encima y los pétalos se desperdigaron por el asfalto. La mujer del pelo negro dio media vuelta y se alejó de la escena dejando al escritor sentado en el suelo mientras observaba al viento llevarse los pétalos de pájaro negro y blanco. 

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