El escritor y el pájaro negro y blanco // Parte 1
(Inspirado por un cuento publicado en la revista para niños Pulgarcito en el año 1983 "el estudiante y el ruiseñor", a su vez creo que inspirado en un cuento popular, en una versión con un final muy peculiar, que es lo que me atrae de la historia.)
El elegante pájaro negro y blanco siempre se posaba en el alféizar de la misma ventana hacia el amanecer. Lo hacía cantando a su amada esperando que regresase. La observó volar suavemente un día a eso del alba, desde esa ventana. Así que allí estaba siempre, cantando a su vuelta sin desfallecer.
En el día veintisiete, al terminar su canto, miró por la ventana y vio entrar a una persona que se sentó delante de una mesa. El humano abrió un cuaderno metálico y comenzó a mover los dedos sobre él. El hombre también cantaba, le veía mover los labios. ¿Estaría llamando también a su amada desconocida?
Después del siguiente amanecer, el escritor volvió a entrar en la habitación cantando. Se le veía inspirado y feliz, así que el pájaro continuó cantando. El hombre escuchó al pájaro y se acercó a la ventana, pero el asustadizo pájaro batió sus alas para alejarse lo más rápido que pudo.
Al otro día, el pájaro decidió cantar hasta que entrase el escritor. El hombre esta vez no se acercó a la ventana. Se quedó inmóvil unos segundos escuchando, sonrió y se dispuso a escribir. El pájaro permanecía unos minutos todos los días hasta que el escritor se disponía a su labor. Sentía que parte de lo escrito le pertenecía.
Transcurridos unos pocos días, el pájaro negro y blanco encontró la ventana abierta, pero no entró en el santuario del escritor, le imponía. Se quedaba posado en el marco ventana, mientras cantaba para inspirarle. Entre los dos escribían, al únisono. El pájaro negro y blanco era la melodía, el tono, y el escritor era la palabra, el verso de la canción.
Llegó de nuevo el amanecer, y cantaba como siempre el pájaro negro y blanco, pero no aparecía el escritor. Se habría dormido perezosamente. A los pocos minutos, apareció por la puerta cabizbajo y pensativo. Para animarle, el pájaro cantó con más entusiasmo, pero el escritor no escuchaba. Se sentó en su ordenador y no escribía. Movía los dedos hacia delante y hacía atrás y buscaba con la mirada algo en la pantalla. El hombre suspiró profundamente y se quedó hundido en la silla. Al rato, abandonó su asiento y se retiró cerrando suavemente la puerta. El pájaro estaba confundido. En un acopio de valor entró en el templo y curioseó lo que ávidamente miraba en la pantalla el escritor. Observó una rosa roja en la pantalla. El pájaro negro y blanco no entendía nada. ¿Cómo una flor podía hacer que el escritor entristeciera?
El escritor comenzó a faltar a su cita mañanera con la literatura. El pájaro cantó lo más fuerte que pudo, para que el hombre le oyera, sin resultado alguno. Buscó en el resto de ventanas del edificio, vio a varias personas, pero ninguna el escritor. Un día comenzó a llover densamente, así que el pájaro negro y blanco se refugió debajo de la cornisa del edificio de enfrente. Desde allí podría observar las ventanas y comprobar si se asomaba el escritor.
Esperando y esperando, el pájaro divisó una sombra en el santuario. La sombra se acercó a la ventana y pudo comprobar que era el escritor. El escritor observaba tristemente la lluvia con el rostro hundido. El pájaro negro y blanco se acercó a la ventana con un par de aleteos. El ave picoteó el alféizar, pero el escritor no pareció oírle, tenía la mirada perdida. El pájaro comenzó entonces a cantar su rutina de todas las mañanas. Sorprendido, el hombre torció la cabeza en dirección al pájaro y sonrío. "Pajarito..", dijo, aunque éste no le entendía. Al rato, el escritor volvió a su semblante triste. Pero la canción seguía sonando más y más fuerte. El hombre abrió la ventana y se sentó en la mesa. El pájaro negro y blanco decidido voló hasta la mesa y torpemente caminó hasta llegar a la altura del ordenador. Se miraron fijamente.
"Tú no entiendes nada amigo.." dijo desconsoladamente el humano "...solo quieres cantar.". Resopló. "Está bien, ¿te lo cuento? no se lo he contado a nadie..". El pájaro movía la cabeza en todas las direcciones, explorando la habitación, no sabía lo que decía el escritor, le sonaba como una melodía rota, pero de cierta manera le entendía. "Mira, ¿ves la rosa roja?", le señaló al pájaro la pantalla, "..sin ella he perdido mi amor. Mi amor vital, mi amada, me pide una rosa roja.. el problema es que en esta zona no hay ninguna, he llamado a todas las floristerías. Es la prueba de amor que me pide..pero no hay ninguna". Una lagrima salió del ojo izquierdo del escritor. Se restregó el amago de desconsuelo con la manga derecha de la camisa y a su vez con su mano izquierda extrajo la cartera del bolsillo de atrás del pantalón. "Ahora vas a ver la belleza perfecta..", abrió la cartera y cuidadosamente extrajo una foto,."Ésta es..", le enseñó la foto al pájaro, "...ésta es la belleza perfecta". El pájaro negro y blanco observó con detenimiento la foto. Era de una humana de pelo largo y moreno vestida con un ceñido vestido marfil.
Después de todo, el escritor estaba esperando a su amada, como él. El pájaro se acordó entonces por qué iba en primer lugar a la ventana, había estado esperando durante mucho tiempo. El humano no paraba de señalar a la rosa y a la foto. Necesitaba una rosa roja para llegar a su amada. El pájaro enseguida comprendió la desdicha del escritor, su sufrimiento y su pasión.
Continuará... (parte 2 y final)
El elegante pájaro negro y blanco siempre se posaba en el alféizar de la misma ventana hacia el amanecer. Lo hacía cantando a su amada esperando que regresase. La observó volar suavemente un día a eso del alba, desde esa ventana. Así que allí estaba siempre, cantando a su vuelta sin desfallecer.
En el día veintisiete, al terminar su canto, miró por la ventana y vio entrar a una persona que se sentó delante de una mesa. El humano abrió un cuaderno metálico y comenzó a mover los dedos sobre él. El hombre también cantaba, le veía mover los labios. ¿Estaría llamando también a su amada desconocida?
Después del siguiente amanecer, el escritor volvió a entrar en la habitación cantando. Se le veía inspirado y feliz, así que el pájaro continuó cantando. El hombre escuchó al pájaro y se acercó a la ventana, pero el asustadizo pájaro batió sus alas para alejarse lo más rápido que pudo.
Al otro día, el pájaro decidió cantar hasta que entrase el escritor. El hombre esta vez no se acercó a la ventana. Se quedó inmóvil unos segundos escuchando, sonrió y se dispuso a escribir. El pájaro permanecía unos minutos todos los días hasta que el escritor se disponía a su labor. Sentía que parte de lo escrito le pertenecía.
Transcurridos unos pocos días, el pájaro negro y blanco encontró la ventana abierta, pero no entró en el santuario del escritor, le imponía. Se quedaba posado en el marco ventana, mientras cantaba para inspirarle. Entre los dos escribían, al únisono. El pájaro negro y blanco era la melodía, el tono, y el escritor era la palabra, el verso de la canción.
Llegó de nuevo el amanecer, y cantaba como siempre el pájaro negro y blanco, pero no aparecía el escritor. Se habría dormido perezosamente. A los pocos minutos, apareció por la puerta cabizbajo y pensativo. Para animarle, el pájaro cantó con más entusiasmo, pero el escritor no escuchaba. Se sentó en su ordenador y no escribía. Movía los dedos hacia delante y hacía atrás y buscaba con la mirada algo en la pantalla. El hombre suspiró profundamente y se quedó hundido en la silla. Al rato, abandonó su asiento y se retiró cerrando suavemente la puerta. El pájaro estaba confundido. En un acopio de valor entró en el templo y curioseó lo que ávidamente miraba en la pantalla el escritor. Observó una rosa roja en la pantalla. El pájaro negro y blanco no entendía nada. ¿Cómo una flor podía hacer que el escritor entristeciera?
El escritor comenzó a faltar a su cita mañanera con la literatura. El pájaro cantó lo más fuerte que pudo, para que el hombre le oyera, sin resultado alguno. Buscó en el resto de ventanas del edificio, vio a varias personas, pero ninguna el escritor. Un día comenzó a llover densamente, así que el pájaro negro y blanco se refugió debajo de la cornisa del edificio de enfrente. Desde allí podría observar las ventanas y comprobar si se asomaba el escritor.
Esperando y esperando, el pájaro divisó una sombra en el santuario. La sombra se acercó a la ventana y pudo comprobar que era el escritor. El escritor observaba tristemente la lluvia con el rostro hundido. El pájaro negro y blanco se acercó a la ventana con un par de aleteos. El ave picoteó el alféizar, pero el escritor no pareció oírle, tenía la mirada perdida. El pájaro comenzó entonces a cantar su rutina de todas las mañanas. Sorprendido, el hombre torció la cabeza en dirección al pájaro y sonrío. "Pajarito..", dijo, aunque éste no le entendía. Al rato, el escritor volvió a su semblante triste. Pero la canción seguía sonando más y más fuerte. El hombre abrió la ventana y se sentó en la mesa. El pájaro negro y blanco decidido voló hasta la mesa y torpemente caminó hasta llegar a la altura del ordenador. Se miraron fijamente.
"Tú no entiendes nada amigo.." dijo desconsoladamente el humano "...solo quieres cantar.". Resopló. "Está bien, ¿te lo cuento? no se lo he contado a nadie..". El pájaro movía la cabeza en todas las direcciones, explorando la habitación, no sabía lo que decía el escritor, le sonaba como una melodía rota, pero de cierta manera le entendía. "Mira, ¿ves la rosa roja?", le señaló al pájaro la pantalla, "..sin ella he perdido mi amor. Mi amor vital, mi amada, me pide una rosa roja.. el problema es que en esta zona no hay ninguna, he llamado a todas las floristerías. Es la prueba de amor que me pide..pero no hay ninguna". Una lagrima salió del ojo izquierdo del escritor. Se restregó el amago de desconsuelo con la manga derecha de la camisa y a su vez con su mano izquierda extrajo la cartera del bolsillo de atrás del pantalón. "Ahora vas a ver la belleza perfecta..", abrió la cartera y cuidadosamente extrajo una foto,."Ésta es..", le enseñó la foto al pájaro, "...ésta es la belleza perfecta". El pájaro negro y blanco observó con detenimiento la foto. Era de una humana de pelo largo y moreno vestida con un ceñido vestido marfil.
Después de todo, el escritor estaba esperando a su amada, como él. El pájaro se acordó entonces por qué iba en primer lugar a la ventana, había estado esperando durante mucho tiempo. El humano no paraba de señalar a la rosa y a la foto. Necesitaba una rosa roja para llegar a su amada. El pájaro enseguida comprendió la desdicha del escritor, su sufrimiento y su pasión.
Continuará... (parte 2 y final)
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