Cuadernos de Viaje// El día que casi me caso. Parte 2

Continuando de la parte 1.



... El metro se para y el pakistaní se da cuenta que la siguiente parada es la suya. Me propone que viaje con él a Pakistan en unos días que él vuelve y así podría casarme entonces con su hija. Le argumento que no, que en un par de días tengo que volver para trabajar. Me dice que no me preocupe, que él se encarga de todo. Que una vez allí, me caso y al día siguiente puedo volver a mi casa con ella, desde Pakistán, que está a medio camino entre Kuala Lumpur y Granada. Forzado por la situación, pienso que en cualquier momento puedo escabullirme. 

Finalmente accedo a su proposición con los dedos cruzados. Quedamos al día siguiente a las 11 en la estación de metro donde se bajó (no me acuerdo del nombre, ni quiero). Entonces, iríamos a por los billetes a Pakistán y concretaríamos los preparativos. Dejo a mi amigo con una sonrisa de oreja a oreja y llego hasta el mercado central de Kuala Lumpur para proseguir con mis visitas.


Al día siguiente, obviamente, no acudí a la cita. No sabía muy bien que pensar. Por un lado tenía remordimientos, jugar a ser el diablo con los sentimientos de una persona. Por el otro me sentía aliviado de no verme envuelto en tal situación. 

Llego ya de noche al hotel, con el asunto de mi no-boda convertido en anécdota divertida, cuando me encuentro al pakistaní en la puerta de mi hotel. ¿Cómo podía ser eso? Pero si yo no le había dicho donde me hospedaba. Escóndete Mikel, escóndete. "¡Amigo, amigo!" oigo gritar al pakistaní. Demasiado tarde, pillado infraganti. ¿Pero que demonios hacía el hombre aquel allí? Le digo lo primero que se me ocurre, que menos mal que estaba allí que me perdí y no encontré la estación, me confundí de nombre. Me explica que está aliviado, que estuvo esperándome 3 horas en la estación. Luego se acordó que le dije la zona en la que estaba (¿pero cómo..?) y se pasó la tarde preguntando en los hoteles si había alguien hospedado con mi descripción. Al parecer en mi hotel (traidores) alguien recordaba a un europeo con gafas que viajaba solo, ya que tuve un problema con las llaves de la habitación. Entonces decidió esperarme allí. No puede ser. ¿Cómo explico esto cuando vuelva? ¿Cómo me voy a casar con alguien a quien doblo en edad? Está bien, le diré que no, que no me interesa y ya está. 

Entre mis pensamientos, desenfunda el teléfono móvil y empieza a hablar con alguien. Habla a pleno pulmón como si no tuviese un móvil. Después de 10 minutos de entusiasta conversación cuelga. "¿Con quién hablas?" le pregunto en inglés. "Es que unos amigos de la mezquita me han ayudado a buscarte y estaban mirando en otros hoteles por si acaso, ahora vienen hacia aquí para celebrarlo..". Parece que no iba a ser tan fácil deshacer el entuerto en el que me había metido.

Continuará...



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