Mi novela
Intentando escribirla terminarla de una vez. Ya se como empieza y como acaba, pero hay que escribirla, no se escribe sola. Os dejo la intro a ver si os salpica la curiosidad.
La sangre roja se diluye en el agua. El goteo incesante… Es lo último que recuerda. Aunque al final no distinguía entre las gotas rojas y los latidos de su corazón. Caían poco a poco. Y su órgano vital palpitaba cada vez más rápido. No encontraba qué bombear. Había imaginado muchas veces. Lo había soñado. Entraba el detective en la habitación y decía: “Esto es un claro caso de suicidio en primer grado, no cabe ninguna duda”. Pero no fue así. Los sueños no salen siempre como los sueñas. Por eso serán sueños, una distracción de la realidad. Una probabilidad que pensamos con datos incompletos. No podía subir los párpados, no tenía fuerza. Solo notaba una luz blanca gastada que le entraba por la rendija del ojo cerrado. Oía una voz. No sabía lo que decía. Notó cómo le asían la mano con fuerza. Ella intentó agarrar la mano, pero nunca supo si la llegó a agarrar o no. No sentía nada. Su alma no quería estar dentro de su cuerpo e intentaba escapar. Allí, en el cielo, sería libre. Volvió a caer inconsciente. Había perdido casi toda la sangre. Casi todo el ser. Cuando suavemente el líquido volvía a las venas, parecía que éstas eran incapaces de contenerlo. Se habían acostumbrado ya a la ausencia de hemoglobina y glóbulos blancos.
El dolor de cabeza le hizo despertar de nuevo. Menos mal que llevaba más calmantes que sangre por las venas. Quizás ya se había inmunizado a los medicamentos después de todo. Todavía no se había hecho a la idea de que seguía dentro de su circunstancia, dentro de su cuerpo maldito. Ni siquiera había visto “la luz”, ni “el túnel”. Esta vez sí que pudo abrir los ojos. Estaba oscuro, aunque podía distinguir la habitación de un hospital, y alguien durmiendo en la incómoda silla metálica al lado suyo. No merecía la pena mirar. Cerró los párpados. En ese momento, se levantaría, abriría la ventana y saltaría, a pesar de no tener fuerzas. Alguien ya lo había pensado antes. En el hospital las ventanas solo se abrían unos cinco centímetros, insuficientes para poder pasar. Quizás todo se reducía a tener una buena dieta y esperar. No. Demasiado tiempo. Siempre demasiado tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario